¡Buenos días/tardes desde Bangkok!
Antes de preparar el post sobre la aventura de hoy, comparto con vosotros el relato de ayer (que no he podido compartir antes por falta de wifi gratuito).
Estambul. 19:17
Un Policía bien majete (y “apañao” vamos) me
pregunta esta mañana en el control de Policía con una voz ciertamente interesante “¿dónde
va señorita?”. Y yo respondo de un salto, como los niños responden las tablas
de multiplicar en clase con alegría, “Bangkok”. “Uy, que lejos”, comenta él, y
yo mientras me empiezo a reír para adentro, mordiendo me el labio contesto “pues allí que
voy a la aventura cuatro meses”. Asienta la cabeza como si fuera una señal de
admiración y casi trotando paso el control que parecía que por momentos se
inundaba de una aura rosa. No se si mis tennis (deportivas) fluorescentes
habrian tenido que ver.
Pero vayamos al comienzo de la jornada.
Por que no todo lo de hoy ha sido de color rosa. Ni mucho menos. Eran las 08:30
de la mañana cuando suena la alarma y me obligo a salir de la cama cual marmota
y con el cuerpo dolorido me comienzo a estirar. Llego al baño y mi cara pálida
cual Bella en la saga crepúsculo noto
un mareo algo serio... ¿Serán los nervios?, me pregunto. Supongo que tendrán
algo que ver si, pero aquello fue a más y el mareo se tradujo en ganas de
vomitar. Y así estuve una hora, dormitando por mi casa, con las manos
temblorosas y con mi madre observándome con cara de preocupación. Hasta que
recordando los remedios naturales de la abuela, mi madre exclama “¡bicarbonato!”.
El remedio de la abuela funcionó a la perfección y pude “liberar” todo lo que
me había sentado mal, no sin tener que salir corriendo a la cita con el
dentista. ¿A alguien le habrá pasado algo similar el Día D de un gran viaje?
Una vez de vuelta a casa, coge la maleta y
para el aeropuerto. Conduzco yo, de forma firme y concentrada por la lluvia que
caía en Marbella, ¡qué parecía que era el fin del mundo! Pero esa concentración
me viene bien para fijarme bien en la carretera y no en mi madre, que estaba
sentada en el asiento del copiloto con una cara que lo decía todo. Sentimientos
bastante parecidos a los míos la verdad… Una mezcla entre orgullo, miedo y
felicidad. Un bola de emociones que como una pelota de nieve rodando en una
cuesta en Sierra Nevada, se iba engordando a la medida que nos acercábamos al
aeropuerto. Para cuando llegamos al aeropuerto la pelota de nieve tenía forma
de muñeco de nieve, con sus ojos de piedra y su nariz-zanahoria. Pero se
desvanece en cuanto con un gran abrazo y las lágrimas en los ojos me despidido
de mi madre con un “te quiero, cuídate. 4 meses no son nada”. Espero que lo
recuerde siempre.
Una vez montada en el primer avión que
tengo que coger todo empieza a ir mejor. Mi barriga parece que se estabiliza,
me toca toda la fila para mi misma y empiezo a ver una película estupenda. Una
siesta de la que me levanta la azafata al abrir la ventana y llegamos. Y aquí
estoy Istambul Estambul (me acabo de enterar que se escribe así en Español). Pero sólo de paso.
Dejadme que vaya a explorar un poco la zona, comer/cenar algo, y vuelvo al hostal para compartir mis experiencias sobre hoy... ¡os aseguro más de una sorpresa!
Besotes
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstoy como una madre llena de orgullo y felicidad! Todo mi love pequeña saltamontes.
ResponderEliminarLo petaaaaaaas!!!!
ResponderEliminarEn la cama, leo tu post, las lágrimas limpian el resto de maquillaje de mis pestañas.
EliminarGracias Maribel, te sigo muy orgullosa, triste y feliz.