Para llegar a Flores, que se sitúa al este de Indonesia, se
pueden tomar varias alternativas.
De derecha a izquierda: Bali, Lombok, Sumbawa y Flores |
La primera, la más cómoda, es el avión. Merpati y LionAir
son compañías con vuelos regulares desde otras islas de Indonesia hacia Flores.
También es posible alquilarse una moto en Lombok y cruzar
conduciendo todo Lombok y Sumbawa con la combinación de dos ferries para el
trayecto por mar. Si tienes tiempo y ganas de disfrutar de un viaje diferente,
no duraría en tomar esta opción.
Otra alternativa, si estás en la zona de las Gili o en
Lombok, es optar por una travesía de 3 o 4 días en barco hasta Labuan Bajo. El
barco es simple, pero las espectaculares vistas, el snorkling de impresión, los
atardeceres y la compañía harán que sean días inolvidables. El precio varía
dependiendo de tus dotes de negociación entre 1,4 millones hasta 1,7 millones.
Hay varias salidas a la semana.
Mi idea era esta, me dolía un poco el bolsillo, pero opté
por esta alternativa ya que me apetecían unos días de relax y parecía el plan
perfecto. Contraté el tour desde Kuta por 1,7 millones, ya que incluía el
transporte hasta Bengsal, desde donde saldría el barco. Pero resulta que a eso
de las ocho de la tarde se presenta en mi habitación el señor de la agencia con
la que había contratado para decirme que había un pequeño problema.
No quedaban plazas para el barco. Tenía dos posibilidades, o
bien esperarme dos días a que saliera el siguiente barco, o coger el transporte
público combinando ferry y buses para llegar hasta allí. Y así fue como tomé la decisión de coger esta
tercera alternativa, que al menos implicaba un ahorro económico. Y mirad que
por lo general soy de la hermandad del puño agarrado, pero una vez pasada esta
experiencia, os digo, gastad el dinero invertir en la experiencia.
Os explico este recorrido por partes.
1.
Minivan Kuta – Mataram
Minivan |
Prontico por la mañana me recogen en el hostel en un mini
van que nos dejaría en Mataram en dos horas. Todo muy correcto hasta aquí.
Además, conozco una catalana muy simpática y charlamos todo el camino lo que
siempre lo hace más ameno. Lo que ocurre es que cuando llegamos a Mataram, ella
junto al resto de pasajeros del minivan, se van de vuelta hacia Bali, y yo me
quedo en el medio de la nada sola esperando el siguiente transporte. Allí, a la
hora o así, aparece un taxi que me pide mi billete y tras enseñárselo me
conduce hasta lo que parece ser una estación de autobuses. Me dice con señas
que mi siguiente bus sale dentro de tres horas. Menos mal que uno de los
objetivos de mi viaje era cultivar la paciencia.
2.
Mataram – Otra punta de Lombok, cuyo pueblo no quiero ni acordarme
La experiencia en Mataram fue una mierda diferente.
Me encontré rodeada de hombres halagando mi belleza (que no viene mal en un
principio) pero que después de un rato resulta agotador. No pasé miedo, pero
mis nervios se vieron sobresaltados y de vez en cuando me cambiaba de sitio
para evadirme, pero a los 5 minutos, todo comenzaba de nuevo. Que de donde era,
que porque viajaba sola, que donde estaba mi marido… ¡Ojú! Lo único bueno es
que en mi confesión verídica sobre no tener teléfono móvil por que se me había
mojado, conseguí venderlo por unas 4 comidas. Si, unos 4 euros, oye, pero menos
da una piedra, ¿no?
Estación de Mataram: cuanto menos la pises, mejor. |
Por fin llegó la hora de montar en el bus, pero la cantidad
de cajas esparcidas por el suelo, las señoras intentando venderte fruta o
pinchitos de cerdo más que fríos y los hombres mayores mirándote como si fueras
un solomillo vuelta y vuelta andante no mejoraron la situación. Al menos, aquí
conocí a dos marroquíes con los que me hice ver que me juntaba para que me
dejaran un poco en paz.
¿Una camiseta, unos pinchitos? En este bus podías comprar de todo |
Tardamos unas cuatro horas y al atardecer montamos en el
primer ferry.
Entrada al primer ferry |
De forma similar al ferry que cruza desde Tarifa a Tanger,
los pasajeros nos acomodamos en los asientos del ferry durante su travesía.
Encontramos una sala VIP donde nos acoplamos, pero en el intento de echar una
cabezada, empezaron los rezos y después un loco cantando a capela durante más
de media hora. Por que locos hay en todas partes y mejor tomárselo a risa, aunque
de vez en cuando busques la cámara oculta de lo surrealista que es la
situación.
Atardecer desde el ferry |
En sólo unas horas llegamos a Sumbawa donde de nuevo
montaríamos en nuestro bus.
Tras montarnos de buevo en nuestro infierno sobre ruedas
bus, en lo que pareció una eternidad, llegó la hora de la cena y tras esta el
intento de dormir como una sardina enlatada congelada, por que el aire
acondicionado no cesó de emitir ráfagas de aire siberiano en toda la noche.
En mi intento de buscar un sitio donde poder dormir sin que
se me congelaran las pestañas, opté por ir a la zona trasera del bus, y cuando
finalmente estoy medio zombie, me doy cuenta que el señor indonesio (¿se dice
así?) se está acercando peligrosamente y como el que se hace el dormido, va
acercando su cabeza a mis pechos. Por no armar un jaleo, me muevo de nuevo a la
Antártida y tiritando veo el amanecer desde el bus cuando llegamos a Bima,
donde cambiaríamos de bus.
Viejo verde en el bus |
En el siguiente bus con más esencia local, viajamos con las
puertas abiertas y al menos podíamos observar un precioso paisaje. Dos horas
amenizadas con música reggaetón que retumbaba del móvil del adolescente que
controlaba los tickets nos separaban del puerto, donde tomaríamos el siguiente
ferry.
Bus con esencia local |
Si el anterior ferry duró unas dos horas, inocente de mi
pensaba que éste duraría otro par de ella. Así haría un total de 24 horas, que
fue el tiempo estimado que nos comentaron duraría el viaje. Pero no. Se me
ocurrió preguntar a qué hora llegaríamos y quedaban nada menos que 10 horas de
travesía.
Ferry ¿molón? |
¡Pues a ponerse cómodos señores! En el suelo era casi
imposible hacerse un sitio entre tanto mango y señora mayor acostada. Los
sillones estaban forrados en plástico en el que era difícil no poner a sudar, pero
nada que mi fular todo terreno no pudiese arreglar.
¿Y yo dónde me pongo? |
En las 10 horas me dio tiempo a comer, echar una siesta,
otra, hacer una pulsera, leer, ver una peli, escribir, pensar, hacer el intento
de meditar y comer el mejor mango de mi viaje (por algo tenía que hacer yo este
viaje, quizás ese mango sería la clave de todo).
El mejor mango que he probado hasta ahora (5000 rupias) |
Sobre las 17:00 se empezó a ver tierra a lo lejos y, como si
hubiera estado en un naufragio en el mar durante días, di un pequeño saltito y
un gritito de alegría cuando por fin a las seis atracamos en Labuan Bajo. Aun
así, aquello no parecía demasiado bonito y no encontraba una habitación que se
ajustara a mi presupuesto tras patearme la ciudad. Pero aun así, Flores me
enamoró. Os cuento cómo en el siguiente post.
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